Con la oposición
dividida se abrió un debate en parte del electorado sobre la pertinencia de
participar o abstenerse en las elecciones del 25 M. Al respecto, haremos varios
comentarios:
i) A partir de 1958, (y pese a intentonas golpistas
y a la lucha guerrillera), las elecciones se convirtieron en el método
universal de cambio gubernamental, consagrado en la Constitución de 1961 y
aceptado por todos los factores sociales y políticos del sistema democrático
liberal que fue dominante en Venezuela. Así pues, que en la cultura política de
los venezolanos el ejercicio del sufragio representa un valor identitario. En
tal sentido, la opción de participar en unas elecciones, aún en condiciones
asimétricas, no constituiría una decisión política absurda. De hecho, durante
los últimos 25 años la oposición ha participado con los resultados (derrotas y
victorias) que todos conocemos.
ii) la abstención siempre ha estado presente en las
elecciones venezolanas y su nivel ha dependido de la calidad y el alcance de
cada evento electoral específico. Es decir, los niveles de participación pueden
ser distintos según cada proceso comicial (sea nacional, regional y municipal)
y el interés que cada uno despierten en el electorado[1].
iii) la abstención obedece a coyunturas, objetivos y
estrategias; por ejemplo puede constituir un acto de resistencia frente a un
proceso electoral que se considere sin garantías legales y sin transparencia.
Por otra parte, la abstención ha sido empleada como una estrategia política en Venezuela en
diversas oportunidades con resultados variables [2].
iv) no es cierto, y se le miente al electorado,
cuando se le dice que el único medio (o herramienta) para lograr el cambio
político es el sufragio. Con lo cual no reivindicamos a la violencia
política, no decimos eso. Pero las luchas y las movilizaciones populares por la
democracia en Venezuela han sido una realidad inobjetable [3].
v) por otra parte, la abstención afecta a todos
los bandos electorales en competencia, es decir, habrá abstención tanto en
la fracción oficialista como también en el sector opositor, o no oficialista.
Este es un evento natural que escapa a la voluntad de los partidos políticos y
que a veces no se tiene claro. Y en este punto, cabe agregar que a cada grupo
electoral en competencia le conviene la abstención del electorado de su rival.
vi) aunque las elecciones no garanticen
alcanzar un cambio político sí ofrecen una oportunidad formidable para competir
por ese cambio propuesto y, para lograrlo mediante el apoyo y con la
legitimidad de una mayoría popular. Las elecciones permiten la promoción del debate
ideológico y político, además que funcionan como una plataforma para
impulsar iniciativas de cambio, y que terminan siendo posibilidades que la simple
abstención desaprovecha.
vii) la participación electoral permitiría en condiciones
normales identificar, conocer y reconocer la representación política
(cuantitativa y cualitativa) de todos los sectores que conviven en la sociedad,
mientras que la abstención la invisibilizaría inicialmente.
viii) el clima político, que rodea la celebración de
unas elecciones (bien sea normal o cargado de violencia) puede inferir en sus
resultados. El desempeño institucional de las autoridades electorales es
crucial para fortalecer el desarrollo adecuado del proceso electoral.
ix) la participación electoral tendría que responder
a unos objetivos específicos precisos tanto de cambio o de permanencia en el
gobierno y sobre todo de poseer capacidades reales de defensa del voto en los
centros electorales.
x) pero por encima de todo el aspecto crucial y
determinante en todo evento electoral es la credibilidad que posea el liderazgo
alternativo y/u oficialista ante el electorado país. Esa credibilidad personal
y política de los bloque participantes será decisiva para mover los
sentimientos y pasiones que motiven la movilización puntual del día de las
elecciones.
El acto de votar o de abstenerse es
una decisión personalísima, consciente, libre y voluntaria. Si se piensa que
con las elecciones del 25 M se lograría un cambio de gobierno esa aspiración sería
un error porque ese evento no se presta para ello. La actual correlación de
fuerzas en la Asamblea Nacional es de 257 diputados del Partido Socialista Unido
de Venezuela (PSUV) contra tan solo 20 diputados de la llamada Alianza
Democrática (también conocidos como partidos intervenidos por el gobierno
nacional)[4].
Esa correlación de fuerzas parlamentarias no va cambiar, aunque la nueva alianza
conformada por los partidos Un Nuevo Tiempo (UNT) y Unión y Cambio (UNICA) lleguen
a obtener algunos diputados en detrimento de la Alianza Democrática fundamentalmente.
Aquí, la pregunta es ¿cederá espacios el PSUV en la Asamblea Nacional, porque
todo indica que mantendrá una mayoría calificada?
Por otra parte, las expectativas de avance o permanencia político-electoral en el ámbito estadual aparecen más reducidas aun. En la actualidad, la oposición tiene cuatro (4) gobernaciones (Barinas, Cojedes, Nueva Esparta y Zulia) y aproximadamente setenta y seis (76) legisladores estadales. Quizá, los gobernadores Galíndez, Morel y Rosales pudieran resistir y mantenerse en sus magistraturas regionales por su gestión, sin embargo para el gobernador Garrido la reelección luce muy cuesta arriba, sobre todo si valoramos el significado que esa entidad para el oficialismo y que ya no cuenta con el apoyo unitario de la oposición.
Un detalle singular pero
revelador es que salvo en los estados Barinas, Cojedes, Nueva Esparta y Zulia
las candidaturas a las gobernaciones presentadas por la dupla UNT-UNICA también
son candidatos a la Asamblea Nacional, es decir, lo que se busca no es ganar sino
obtener un escaño parlamentario.
Un último comentario lo refiero a
la necesidad del bloque oficialista de tener un interlocutor de
oposición en la Asamblea Nacional que si bien no cuestione sus decisiones y
acciones políticas anteriores le sirva para mantener las formas parlamentarias
ante la opinión pública y sobre todo deslegitimar los resultados del 28 de
julio de 2024.
[1]
En Venezuela las elecciones de alcance nacional y sobre todo los comicios
presidenciales alcanzan mayores niveles de participación que aquellos eventos
vinculados a la elección de autoridades estaduales y municipales. Por ende, un
mismo puede votar en una elección nacional y abstenerse o otra de menor alcance
sin que ello suponga una renuncia a sus derechos como ciudadano.
[2]
Durante los años sesenta la izquierda marxista llamó a la abstención. También
Hugo Chávez lo hizo en las elecciones de 1993 (luego saldría electo como
presidente en 1998) y más recientemente la oposición no participó en las
elecciones parlamentarias de 2005 (luego participaría en las elecciones
presidenciales de 2006 yen el referendo sobre la reforma constitucional donde
logró derrotar la opción gubernamental)
[3]
Cabe recordar que en nuestro país que luego de los eventos de 1945 y después de
los sucesos del 23 de enero 1958 que condujeron a procesos de democratización
política. La Constituyente de 1945, la universalización del voto o la
Constitución de 1961 son nítidos ejemplos de lo que afirmamos.
[4]
Nos referimos a Acción Democrática (AD), Voluntad Popular (VP), Primero
Justicia (PJ), entre otros.
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