El camino hacia la aprobación de la reforma constitucional no será tan fácil como el gobierno aspira. La calidad conceptual de la propuesta presentada y, su contenido autoritario han activado las alarmas y la disposición de lucha democrática de todos aquellos venezolanos y venezolanas, concientes de la amenaza en ciernes y, que están dispuestos a defender los valores de la democracia, la libertad y la convivencia incluyente y pacífica.
La concentración y la centralización del poder alrededor de la figura presidencial, la “receta” de la ideología socialista, la restricción a los derechos a la participación ciudadana, la reducción de los legítimos derechos al disfrute y disposición de la propiedad privada, la concepción burocrática y centralista del ordenamiento y desarrollo regional, la eliminación de los controles administrativos y ciudadanos en la administración pública y la partidización de la fuerza armada nacional son contundentes elementos disuasivos del apoyo popular a la propuesta de reforma constitucional. Así, interesantes compensaciones como la reducción de la jornada laboral o el establecimiento de los fondos de compensación social para los trabajadores independientes palidecen en el contexto restrictivo de la oferta presidencial. Esta vez, el panorama no luce tan despejado ni manejable para el oficialismo. Por si fuera poco, la descalificación (y pulverización) política al mejor estilo “estalinista” a la cual fue sometida la disidencia oficial encarnada por el partido PODEMOS ha contribuido a sembrar más dudas, alrededor del tema de la reforma. Por supuesto y, sin contar con el liderazgo del Presidente Chávez, el gobierno aún cuenta con los más amplios recursos institucionales, económicos y propagandísticos, para impulsar y ganar apoyos a la reforma. De allí que, se hayan emprendido distintos mecanismos de difusión de la propuesta a escala nacional sin considerar sus costos. El tiempo apremia.
Del otro lado, los partidos políticos de oposición han comenzado lenta pero progresivamente y con firmeza a difundir las “cualidades” de la propuesta de reforma constitucional, tratando de demostrar los severos riesgos para la convivencia democrática que implica su contenido. Así mismo, la oposición presentó sus observaciones, críticas e impugnaciones en diferentes momentos y ante distintas agencias estatales. Hasta ahora y por caminos diferentes, la oposición pareciera encaminarse hacia un propósito unitario.
Los movimientos sociales también han comenzado su actividad crítica. La misma si bien, se encuentra más localizada en sectores de actividad pública y comunidades específicas no carece de importancia; sino que por el contrario, significa la posibilidad de articulación de redes sociales populares de debate y cuestionamiento democrático a la propuesta de reforma que pudieran resultar definitivos ante el proceso de consulta anunciado. El movimiento estudiantil sigue siendo el principal eje articulador de los movimientos sociales críticos a la reforma. De la misma manera, importantes organizaciones no gubernamentales también continúan aportando su voluntariado y conocimiento técnico para la difusión entre la ciudadanía de los aspectos más críticos de la propuesta de reforma constitucional. Otras instituciones sociales como la iglesia y los medios de comunicación social independientes (pese a encontrarse muy disminuidos), juegan un papel fundamental en la construcción del necesario contrapeso democrático inexistente en el país.
En realidad, pienso que la información veraz y oportuna sobre el contenido de la reforma que obtenga la población, será determinante en el curso final de esta la batalla ideológica y política que se produce en Venezuela. Desde el gobierno y, bajo el amparo de la figura presidencial se tratará de convencer al pueblo de que “el socialismo es la democracia plena” y que para ello es la reforma. La oposición -a pesar de que tiene buena parte de la realidad a su favor- tendrá que aunar esfuerzos, sacrificar intereses particulares, y como colectivo entender en forma definitiva (y para siempre), que no hay salidas mágicas ni milagrosas, para afrontar la problemática que atraviesa el país; sino que por el contrario, su solución requiere de una actividad diaria de los ciudadanos, en defensa de la democracia.
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