El proceso de renovación electoral de gobernaciones, alcaldías y consejos legislativos estadales que se realizará este año 2008 en todo el país, ofrece la oportunidad para que la población seleccione la opción que considere más adecuada para elevar su calidad de vida en su entorno inmediato. La ciudad de Caracas y su Área Metropolitana presenta una situación de particular interés; pues los municipios (Baruta, Chacao, El Hatillo, Sucre y Libertador) que la integran, elegirán obligatoriamente nuevas autoridades. Además, Caracas podrá reelegir o no; tanto a su actual Alcalde Metropolitano, como al Gobernador del estado Miranda; entidad que agrupa a cuatro de sus cinco componentes municipales.
Demográficamente Caracas y sus áreas aledañas reúnen aproximadamente, unos cinco millones de habitantes, que representan una quinta parte de la población del país. La ciudad es el centro de poder político-administrativo y financiero de Venezuela. Y desde una óptica político-partidista el Área Metropolitana de Caracas, pasó a ser un territorio de mayoría opositora; según los últimos resultados electorales del pasado Diciembre.
La problemática de Caracas es ya, un problema de Estado. La ciudad es víctima de un conjunto de problemas crónicos y acrecentados por tres factores determinantes: i) los malos gobiernos pasados y recientes; ii) el fracaso de sus planes y sus planificadores; y, iii) la indolencia de buena parte de sus ciudadanos. Así pues, Caracas se convirtió en una de las ciudades más violentas de América Latina, cubierta de desechos sólidos, con áreas recreativas abandonadas, con sus calles saturadas por el tránsito vehicular y, con un rendimiento decreciente de la calidad de sus servicios públicos.
Con la elección democrática de sus autoridades, se abre una esperanza y una posibilidad de cambio y de rescate de los derechos de todos los caraqueños a una vida digna. Queda en manos de los ciudadanos (como debe ser) la escogencia de las nuevas autoridades capitalinas; y en consecuencia, la selección de un futuro inmediato para la urbe capitalina. Sin embargo, la polarización partidista y la baja participación del movimiento ciudadano pudieran dificultar una escogencia adecuada. Estaremos pendientes del proceso.
Espacio sobre la participación y la cultura ciudadanas bajo un enfoque creativo, crítico, democrático, incluyente, independiente y plural.
lunes, enero 14, 2008
miércoles, enero 09, 2008
"REVISIÓN, RECTIFICACIÓN Y REIMPULSO"
El Presidente Chávez comenzó el año político con una buena consigna propagandística: revisión, rectificación y reimpulso. La consigna es buena, y se ajusta al momento si consideramos la estratégica derrota política, electoral y constitucional que sufrió la revolución bolivariana en Diciembre pasado. No sabemos qué revisará, rectificará o reimpulsará el Presidente desde el pináculo donde suele ubicarse; lo que sí percibimos es que la revolución entró en un tortuoso laberinto.
Las tres erres y el ámbito político
El problema central que padecemos en Venezuela es que, la agenda de la revolución no coincide en lo absoluto con las aspiraciones de lograr una vida próspera, que posee la gran mayoría de la población del país. Para la revolución bolivariana lo prioritario es –al fin y al cabo- la perpetuación de su dirigencia en el poder. Nada más. Mientras que la población venezolana en general (además de que no comulga con ese precepto revolucionario), reclama simplemente el ejercicio de una gestión pública eficaz y eficiente. Así de sencillo. Ahora bien, que el gobierno logre entender o no, esta situación es otra cosa. En todo caso, aún le quedan cinco años para intentarlo.
El fracaso del partido único es otro callejón del laberinto político del gobierno. Otro sendero del mismo laberinto, lo constituye la baja formación ideológico-política de la pretendida dirigencia revolucionaria venezolana. Al respecto, basta observar la calidad (a veces divertida) de muchas de las intervenciones de esa élite socialista representada en la Asamblea Nacional. La concentración y la centralización de la toma de decisiones, el burocratismo y una gestión pública ineficaz e ineficiente, el hostigamiento y la exclusión de una buena parte de la población, la hostilidad hacia los medios de comunicación social independientes; así como el creciente culto a la personalidad, son otros aspectos relevantes que tendrían que ser al menos revisados por la cúpula revolucionaria que todavía dirige al país.
Las tres erres y el ámbito social
Siempre he afirmado que una de las apuestas estratégicas del gobierno ha sido la organización popular. Es innegable el esfuerzo institucional y financiero que el gobierno nacional desplegó para organizar a las comunidades; mediante la formación de redes de “consejos participativos” de distinto tipo. Y esta propuesta de organizar a las comunidades puede ser ampliamente aceptable en un marco jurídico-político fundamentado en valores de democracia, inclusión, responsabilidad, pluralidad y transparencia. Empero, el emprendimiento oficial para la organización comunitaria NO se basó en estos valores. Algunas de estas instancias –como los consejos comunales-, fueron utilizadas y manipuladas políticamente. Además, el incentivo utilizado para la organización popular fue estrictamente “crematístico”; propiciando un tipo de relación clientelar entre el Estado y la población organizada en consejos comunales, comités de tierra o mesas técnicas de agua.
Igual ocurrió con las denominadas misiones. Concebidas inicialmente como programas sociales compensatorios, las misiones terminaron siendo utilizadas como mecanismos de cooptación político-partidista. Por otro lado, la calidad de las misiones recibió serios cuestionamientos por parte de especialistas y de los propios beneficiarios. En síntesis, el gobierno (de acuerdo a su percepción revolucionaria) desfiguró la organización popular; y desvirtuó sus propias políticas sociales con inadecuadas prácticas clientelistas y una exacerbación ideológica. Aquí en el ámbito social, el oficialismo tiene bastante que escarbar.
Las tres erres y el ámbito económico
La revolución socialista bolivariana (fundamentada en el marxismo tradicional) no podía tampoco evitar impulsar el intervencionismo estatal en todas las esferas de la sociedad y, muy especialmente en el ámbito económico. Sin mucha imaginación, el gobierno emprendió una costosa y singular campaña propagandística en contra del capitalismo y todo lo que sospechosamente se le asemejara; según la discrecionalidad oficial. En tal sentido, la iniciativa individual y la privada comenzaron a ser descalificadas de manera sistemática. Ante ellas, se pretendió contraponer a rajatabla, un colectivismo dirigido desde el Estado. Bajo ese esquema, la revolución ensayó con los núcleos de desarrollo endógeno, las cooperativas o los “fundos zamoranos”, que luego abandonó. Y bajo ese mismo enfoque, el oficialismo socialista impulsó empresas socialistas sin reglas claras. La revolución bolivariana también inventó el denominado “socialismo petrolero” que consiste en vivir de la renta petrolera y criticar con dureza al principal comprador de petróleo: los Estados Unidos de América.
La revolución en su laberinto económico le fijó impuestos a los alimentos de primera necesidad. También implementó un sistema de control de divisas que terminó favoreciendo a las minorías de siempre. Generó escasez en lista de alimentos básicos como el azúcar, la leche, la harina, la carne y el pollo; entre otros rubros. Las metas mínimas inflacionarias no se alcanzaron y los trabajadores del campo y la ciudad -aquellos pertenecientes al sector público o privado-, siguieron sin poseer un régimen de asistencia y protección social. Así van las cosas en este renglón. Ojalá haya alguna iniciativa de revisión y reflexión en este campo.
Las tres erres y el ámbito internacional
Si el propósito de la actual política internacional venezolana es promover la imagen del Presidente Chávez a como de lugar, puede afirmarse que este objetivo se ha cumplido inobjetablemente. Otra cosa resulta al considerar, si la proyección internacional alcanzada por la figura presidencial se ha traducido en beneficios concretos y palpables en la calidad de vida de la población del país. Ambas dimensiones tienen una distribución asimétrica de resultados positivos.
Debe señalarse; sin embargo, un análisis detallado de la calidad de la proyección del Presidente Chávez e indefectiblemente del país, no ofrecería datos muy alentadores después de la serie de desaciertos, en su relación con países de nuestro continente y del resto del mundo. El prestigio internacional de la política exterior venezolana se ha deteriorado progresivamente; y para muchos no pasa de ser un mero show mediático. Mientras a lo interno, el descontento popular hacia las indulgentes y generosas donaciones que realiza el gobierno a sus “aliados” más cercanos, sigue creciendo. ¿Se replanteará el gobierno su estrategia internacional? ¿Habrá sacado alguna lección el gobierno revolucionario de su más reciente aventura internacional, con Oliver Stone incluido? Y es que curiosamente la política anti-imperialista de la revolución bolivariana al parecer, requiere del apoyo de figuras de la “farándula internacional” como Naomí Cambpell, Sean Penn, Danny Glover o Don King; entre otros.
En el camino de la revisión, la rectificación y el reimpulso, el oficialismo debe atravesar un duro laberinto lleno de temas políticos pendientes y sin aprobar, pleno también de promesas sociales incumplidas y cubierto de las espinas de una revolución derrotada política, electoral y constitucionalmente.
Las tres erres y el ámbito político
El problema central que padecemos en Venezuela es que, la agenda de la revolución no coincide en lo absoluto con las aspiraciones de lograr una vida próspera, que posee la gran mayoría de la población del país. Para la revolución bolivariana lo prioritario es –al fin y al cabo- la perpetuación de su dirigencia en el poder. Nada más. Mientras que la población venezolana en general (además de que no comulga con ese precepto revolucionario), reclama simplemente el ejercicio de una gestión pública eficaz y eficiente. Así de sencillo. Ahora bien, que el gobierno logre entender o no, esta situación es otra cosa. En todo caso, aún le quedan cinco años para intentarlo.
El fracaso del partido único es otro callejón del laberinto político del gobierno. Otro sendero del mismo laberinto, lo constituye la baja formación ideológico-política de la pretendida dirigencia revolucionaria venezolana. Al respecto, basta observar la calidad (a veces divertida) de muchas de las intervenciones de esa élite socialista representada en la Asamblea Nacional. La concentración y la centralización de la toma de decisiones, el burocratismo y una gestión pública ineficaz e ineficiente, el hostigamiento y la exclusión de una buena parte de la población, la hostilidad hacia los medios de comunicación social independientes; así como el creciente culto a la personalidad, son otros aspectos relevantes que tendrían que ser al menos revisados por la cúpula revolucionaria que todavía dirige al país.
Las tres erres y el ámbito social
Siempre he afirmado que una de las apuestas estratégicas del gobierno ha sido la organización popular. Es innegable el esfuerzo institucional y financiero que el gobierno nacional desplegó para organizar a las comunidades; mediante la formación de redes de “consejos participativos” de distinto tipo. Y esta propuesta de organizar a las comunidades puede ser ampliamente aceptable en un marco jurídico-político fundamentado en valores de democracia, inclusión, responsabilidad, pluralidad y transparencia. Empero, el emprendimiento oficial para la organización comunitaria NO se basó en estos valores. Algunas de estas instancias –como los consejos comunales-, fueron utilizadas y manipuladas políticamente. Además, el incentivo utilizado para la organización popular fue estrictamente “crematístico”; propiciando un tipo de relación clientelar entre el Estado y la población organizada en consejos comunales, comités de tierra o mesas técnicas de agua.
Igual ocurrió con las denominadas misiones. Concebidas inicialmente como programas sociales compensatorios, las misiones terminaron siendo utilizadas como mecanismos de cooptación político-partidista. Por otro lado, la calidad de las misiones recibió serios cuestionamientos por parte de especialistas y de los propios beneficiarios. En síntesis, el gobierno (de acuerdo a su percepción revolucionaria) desfiguró la organización popular; y desvirtuó sus propias políticas sociales con inadecuadas prácticas clientelistas y una exacerbación ideológica. Aquí en el ámbito social, el oficialismo tiene bastante que escarbar.
Las tres erres y el ámbito económico
La revolución socialista bolivariana (fundamentada en el marxismo tradicional) no podía tampoco evitar impulsar el intervencionismo estatal en todas las esferas de la sociedad y, muy especialmente en el ámbito económico. Sin mucha imaginación, el gobierno emprendió una costosa y singular campaña propagandística en contra del capitalismo y todo lo que sospechosamente se le asemejara; según la discrecionalidad oficial. En tal sentido, la iniciativa individual y la privada comenzaron a ser descalificadas de manera sistemática. Ante ellas, se pretendió contraponer a rajatabla, un colectivismo dirigido desde el Estado. Bajo ese esquema, la revolución ensayó con los núcleos de desarrollo endógeno, las cooperativas o los “fundos zamoranos”, que luego abandonó. Y bajo ese mismo enfoque, el oficialismo socialista impulsó empresas socialistas sin reglas claras. La revolución bolivariana también inventó el denominado “socialismo petrolero” que consiste en vivir de la renta petrolera y criticar con dureza al principal comprador de petróleo: los Estados Unidos de América.
La revolución en su laberinto económico le fijó impuestos a los alimentos de primera necesidad. También implementó un sistema de control de divisas que terminó favoreciendo a las minorías de siempre. Generó escasez en lista de alimentos básicos como el azúcar, la leche, la harina, la carne y el pollo; entre otros rubros. Las metas mínimas inflacionarias no se alcanzaron y los trabajadores del campo y la ciudad -aquellos pertenecientes al sector público o privado-, siguieron sin poseer un régimen de asistencia y protección social. Así van las cosas en este renglón. Ojalá haya alguna iniciativa de revisión y reflexión en este campo.
Las tres erres y el ámbito internacional
Si el propósito de la actual política internacional venezolana es promover la imagen del Presidente Chávez a como de lugar, puede afirmarse que este objetivo se ha cumplido inobjetablemente. Otra cosa resulta al considerar, si la proyección internacional alcanzada por la figura presidencial se ha traducido en beneficios concretos y palpables en la calidad de vida de la población del país. Ambas dimensiones tienen una distribución asimétrica de resultados positivos.
Debe señalarse; sin embargo, un análisis detallado de la calidad de la proyección del Presidente Chávez e indefectiblemente del país, no ofrecería datos muy alentadores después de la serie de desaciertos, en su relación con países de nuestro continente y del resto del mundo. El prestigio internacional de la política exterior venezolana se ha deteriorado progresivamente; y para muchos no pasa de ser un mero show mediático. Mientras a lo interno, el descontento popular hacia las indulgentes y generosas donaciones que realiza el gobierno a sus “aliados” más cercanos, sigue creciendo. ¿Se replanteará el gobierno su estrategia internacional? ¿Habrá sacado alguna lección el gobierno revolucionario de su más reciente aventura internacional, con Oliver Stone incluido? Y es que curiosamente la política anti-imperialista de la revolución bolivariana al parecer, requiere del apoyo de figuras de la “farándula internacional” como Naomí Cambpell, Sean Penn, Danny Glover o Don King; entre otros.
En el camino de la revisión, la rectificación y el reimpulso, el oficialismo debe atravesar un duro laberinto lleno de temas políticos pendientes y sin aprobar, pleno también de promesas sociales incumplidas y cubierto de las espinas de una revolución derrotada política, electoral y constitucionalmente.
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