Más de 1500 candidatos aspiran al
voto popular para acceder a las 335 alcaldías del país, en un proceso electoral
que se desarrollará en una ambiente político y social adverso a la
participación y marcado por la desconfianza de la población. Venezuela padece
de una hiperinflación, nunca antes conocida; así como el declive en su producción
petrolera, la incapacidad manifiesta de cumplir con sus acreencias
internacionales que unidas a la inseguridad ciudadana, la corrupción
administrativa y la persecución política, hace que el llamado a elegir alcaldes
del próximo 10-D palidezca y, no despierte mucha motivación en las grandes
mayorías nacionales.
En el aspecto político-electoral se
agregan la nula credibilidad y confianza que inspira el Consejo Nacional
Electoral (CNE) como ente rector del proceso comicial y, el llamado a la
abstención realizado por los principales partidos de la oposición democrática y
de sus sectores más radicalizados. De esta manera, se completa un panorama
devastador para la valorización positiva del voto popular como instrumento de
participación y cambio democrático en la actual coyuntura venezolana. No cabe
duda que, el bloque oficialista sacará provecho de esta situación de
desasosiego para avanzar en la implantación de su proyecto hegemónico.
La decisión de la oposición de no
participar en las elecciones de alcaldes pareciera inconsistente y con grietas.
Por una parte, defiende la salida electoral a la crisis del país; pero al mismo
tiempo descarta su participación en las elecciones locales del 10-D, bajo el
argumento de su escasa relevancia para los cambios que requiere el país. Pero
además, la alianza democrática que siempre en su discurso defendió la participación
ciudadana y la descentralización, abandonó ahora los espacios locales de
gobierno pensando en unas elecciones presidenciales previstas para el próximo
año. Pudiera concluirse que, la decisión adoptada nos muestra un desinterés y una
desconexión de la agenda de los asuntos municipales y vecinales.
También la abstención asumida, ha
generado consecuencias políticas en el ámbito municipal; tanto la esfera partidista como en la ciudadana:
i)
buena parte de su la dirigencia local optó por
desconocer la línea partidista nacional; con lo cual quedó demostrado cierta
debilidad en el mantenimiento de la disciplina en las organizaciones
partidistas,
ii)
la misma dirigencia y militancia municipales que
decidió participar en la elección de alcaldes, lo hace mediante y vía otras
“franquicias políticas” y de paso, negando su filiación partidista original y
conocida; con lo cual se creó un problema de naturaleza ética;
iii)
ante el “vacío formal” que dejaron los partidos
y sus estructuras electorales, entraron en competencia una diversidad candidaturas
vecinales independientes y,
iv)
las fuerzas democráticas locales se dividieron y
se atomizaron; reduciendo de esta manera, sus posibilidades de triunfo frente
al bloque del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
En ese contexto, han sido los
propios actores municipales políticos, comunitarios y sociales los que han asumido
la tarea de superar la dispersión de sus fuerzas; mediante el impulso de
candidaturas únicas o por lo menos unitarias en sus ámbitos locales. Por
ejemplo:
i) en los estados Mérida y Táchira se establecieron
consensos alrededor de candidaturas y, sólo se celebraron elecciones primarias
en ciertos municipios donde no se llegó al consenso.
ii) en el municipio Sucre del estado Miranda y, por
presión del movimiento vecinal, se llegó a seleccionar un candidato unitario
mediante una encuesta acordada por los tres candidatos participantes.
iii) En otros municipios, los propios candidatos han
llegado a acuerdos entre sí, para el retiro y apoyo de unos aspirantes hacia
otros, como ocurrió en el municipio Diego Bautista Urbaneja del estado Anzóategui.
Por su parte, el bloque
oficialista encabezado por el PSUV también ha sufrido su respectivo
agrietamiento; aunque quizás de una manera más moderada. No cabe duda que,
durante los últimos tiempos, el PSUV ha perdido fuerza y ascendencia popular. Tampoco
dudamos, que hayan comenzado a surgir nuevos liderazgos dentro del entorno del
chavismo. Sin embargo, esa disidencia; aún no ha conseguido engranarse de
manera eficaz ni tampoco ha podido presentarse como una alternativa creíble y
atractiva a la mayoría del chavismo, que aún sigue a Nicolás Maduro.
Los resultados de las elecciones
de alcaldes son previsibles. Habrá una alta abstención y los sectores
democráticos podrían sufrir un retroceso significativo en el número de
gobiernos locales que hoy día, están bajo su control. Pero más allá del
porcentaje de participación y del número de alcaldías que obtenga o retenga la
oposición venezolana, quedará en tela de juicio la decisión de su dirección de
abstenerse y no participar en el proceso. ¿Por qué abandonar y entregar al
adversario ideológico
el ámbito de gestión gubernamental
más cercano al ciudadano? ¿Acaso no importan los derechos de los millones de
ciudadanos que creyeron en una propuesta de democratización de la gestión local?
La estrategia abstencionista y
acomodaticia implementada por los principales partidos de la MUD y, también por
sectores más radicalizados de la oposición venezolana, dejó varados y sin apoyo
organizativo ni operativo a los millares de líderes y activistas comunitarios
que con entrega y coherencia; aún se mantienen defendiendo los principios constitucionales
y democráticos en cada municipio del país. Al menos, y gracias a ellos, la
esperanza de cambio sigue intacta para los venezolanos.
@migonzalezm