domingo, marzo 31, 2024

Sobre las elecciones presidenciales del 28 de julio

 

La elección presidencial en Venezuela se desarrolla en el marco de una profunda crisis institucional que apunta hacia el establecimiento de nuevas condiciones políticas de restricción de la democracia. Este proceso de desdemocratización se fundamenta en el ventajismo por parte del bloque oficialista de las instituciones públicas electorales (Consejo Nacional Electoral), que impide la realización de unos comicios libres y justos.

La discrecionalidad hegemónica del gobierno de Maduro apunta a conseguir una nueva reelección presidencial sin considerar los acuerdos internacionales firmados en Barbados (2023) e ignorando incluso las advertencias y recomendaciones de distintos gobiernos (cercanos y lejanos) sobre las posibles consecuencias de realizar de nuevo unos comicios irregulares. Al respecto, cabe agregar que Nicolás Maduro es objeto de una investigación en la Corte Penal Internacional (CPI).

La oposición en Venezuela además de que no pudo inscribir la candidatura designada por su líder María Corina Machado, sigue padeciendo del acoso y la persecución de sus activistas e incluso de la detención y desaparición de algunas de sus líderes por parte del régimen del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). La jugada oficialista es muy clara: impedir a cualquier costo la participación de aquellos factores políticos que amenacen su permanencia en el poder.

Ojo: el proyecto societal que impulsa el bloque oficialista es una revolución. Sí, una revolución que se fundamenta en la centralización del poder político y su ejercicio hegemónico y, que persigue el control de la sociedad por parte del Estado. Por lo tanto, es un proyecto alterno y paralelo al que tiene la Constitución del año 1999 que es de naturaleza democrática, liberal, representativa y participativa. En otras palabras, el proyecto del PSUV no admite competencia electoral.

La paradójico de todo esto, es que la mejor manera de detener esa propuesta societal es con la participación política y la participación electoral aún en las actuales condiciones restrictivas impuestas por el gobierno de Maduro. Cabe recordar, que la oposición o la mayoría social de Venezuela carece de representación en instituciones clave del país -como la Asamblea Nacional- que hubieran podido regular la actividad oficialista.

Esa precariedad de representación política de parte de amplios sectores sociales del país ha favorecido el avance y posicionamiento institucional de un proyecto totalitario. En ese juego, el PSUV se reservó las mejores cartas: como la cooptación y usurpación (vía judicial) de partidos políticos, la detención de activistas y dirigentes, el impedimento de inscripción de candidaturas e incluso el establecimiento de un largo período de transición (de por lo menos 6 meses) entre el 28 de julio y la fecha de entregar el gobierno, en caso de perder las elecciones.

La mejor oposición al totalitarismo del PSUV se basa en la unidad de los partidos políticos y también de actores sociales del país en la construcción de un amplio movimiento social (recomendado tantas veces por estudiosos y académicos), que permita reposicionarse en el país y rescatar los espacios institucionales que hoy se carecen y que son indefectiblemente necesarios para impulsar un cambio de orientación política en el país: el anhelado cambio democrático.

Lo anterior nos lleva a ubicar la elección del 28J, en un contexto de mayor amplitud temporal. Sí, un espacio que comprenda por lo menos, toda la transición prevista luego del 28J y las elecciones previstas para el próximo año 2025, que ofrecen una oportunidad única y formidable para rescatar (por ejemplo), la Asamblea Nacional y avanzar en la reconquista de otros órganos ejecutivos y legislativos regionales y locales. Por otra parte, la candidatura de los sectores de oposición requiere con urgencia un programa mínimo de actuación tanto para un eventual ejercicio del gobierno nacional (y su conformación), como para la elaboración de las bases unitarias mínimas para los futuros eventos comiciales del 2025.

Quizá la mayor debilidad de las fuerzas democráticas no sea su precariedad organizativa sino más bien el cierto canibalismo inútil que predomina entres sus dirigentes y, también la indiferencia de sectores de la sociedad civil organizada que hasta ahora han volteado su mirada hacia otro lado olvidando que la revolución propuesta por el PSUV también involucra su propia existencia. Y es que, la responsabilidad de detener el autoritarismo no es un asunto exclusivo de los políticos tradicionales sino también de todo aquel ciudadano que crea en los valores democráticos.

Un elemento crucial es reconocer que tanto en la arena política como la electoral, María Corina Machado es una fuerza social en Venezuela ineludible, fue electa en una votación popular y ha venido organizando su calado ciudadano. La fuerza social que representa la señora Machado es una realidad que si no se acepta será difícil avanzar en el proceso de cambio político.

@migonzalezm

lunes, enero 29, 2024

La situación electoral en Venezuela 2024

 

La situación electoral en Venezuela se complica un poco más. El régimen de Maduro y el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), continúan obstruyendo las posibilidades de realizar unas elecciones abiertas y libres, inhabilitando ilegalmente a la candidata opositora María Corina Machado. Para ello, se ha utilizado al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que como es sabido es controlado por el bloque oficialista. Sin embargo, la candidata opositora se ha mantiene firme en sus objetivos político-electorales sobre la base de su elección por más de tres millones de venezolanos en un proceso de votación universal, directo y secreto y además masivo.

En realidad, los estudios de opinión y el cálculo oficialista indican que Maduro y el PSUV recibirían una contundente derrota en las próximas elecciones presidenciales previstas para este año. María Corina Machado viene apelando a su liderazgo popular, mientras Maduro denuncia que sido víctima de una serie de atentados (presuntos magnicidios) como bandera electoral. Pero por otra parte, ordena a sus acólitos emprender una seria de acciones violentas denominada la “Furia Bolivariana” cuyo propósito es intimidar y tratar contener la protesta popular.

La candidatura presidencial de Maduro parece difícil de levantar. Los constantes fracasos en su gestión gubernamental que no logra satisfacer las demandas populares de tener acceso a servicios públicos de calidad ni de acceder de manera satisfactoria los productos de la canasta alimentaria básica, así como las denuncias de corrupción administrativa generalizada y las violaciones a los derechos humanos fundamentales determinan que la mejor decisión para él (Maduro), es hacerse a un lado.  

María Corina Machado tiene un sector importante de la mayoría social de su parte y esa cualidad le otorga una enorme ventaja política y electoral. Sin embargo, esa mayoría social está aún desorganizada y con poca sinergia entre sí. Esa mayoría sólo sigue y depende de la figura de Machado, pero más allá eso no tiene mucho músculo organizativo; por lo tanto, la dirección política que acompaña a la líder opositora le toca extremar esfuerzos de manera eficaz para cohesionar y consolidar la mayoría social en una auténtica fuerza de cambio. Lo contrario, será tiempo perdido.

¿Preferirán Maduro y PSUV entrar de nuevo en el charco de las sanciones petroleras de los Estados Unidos por incumplir con los acuerdos firmados en la isla de Barbados el pasado año? ¿Son tan inmensos los compromisos de Maduro con sus aliados (Cuba, China, Irán, Nicaragua y Rusia entre otros) que optaría por soportar sanciones personales e investigaciones en la Corte Penal Internacional? Pareciera más sencillo para el bloque oficialista acudir a unas elecciones presidenciales aceptables y en caso de perderlas utilizar la Asamblea Nacional y el resto de la institucionalidad chavista que le queda para conseguir una retirada tranquila.

 

@migonzalezm