viernes, abril 12, 2013

PRESIDENCIALES EN VENEZUELA: REVOLUCIÓN O DEMOCRACIA


El próximo 14 de Abril se realizarán en Venezuela las primeras elecciones después de la muerte del ex-presidente Chávez (1955-2013), con lo cual comienza un nuevo ciclo en la historia política del país, luego de trece años de una gestión gubernamental caracterizada por la combinación de un “alto interés social” con “prácticas autoritarias”; que dio como resultado una división maniquea y polarizada de la política venezolana, que a ratos parece insalvable. En este contexto, y bajo una enorme presión se medirán la revolución bolivariana ahora “conservadora”; y la oposición representando el cambio democrático.

 

Siete candidatos participan en los comicios venezolanos. Pero la atención del electorado se centra en sólo dos de ellos: Henrique Capriles Radonsky, postulado por la plataforma de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), y Nicolás Maduro Moros, del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y otros aliados menores. El resto de candidatos: María Bolívar, Reina Sequera, Eusebio Méndez, Julio Mora y Fredy Tabarquino participan en las elecciones ejerciendo su derecho ciudadano, pero sin posibilidad alguna de victoria ni de obtener una votación considerable.

 

Nicolás Maduro, se presenta como el heredero y sucesor del fallecido líder del proceso. El candidato oficialista se ha amparado en la institucionalidad estatal: la administración pública nacional, más 20 gobernaciones y unas 260 alcaldías en todo el país; y la cúpula de los poderes públicos está identificada con los propósitos revolucionarios. Además el candidato oficialista cuenta con un tejido socio-político (consejos comunales, milicias paramilitares, salas de batalla social) construido durante los últimos 13 años por el gobierno central y cuya acción movilizadora ha sido usada de manera eficaz en anteriores procesos electorales.

 

La arquitectura del discurso y del chavismo se basa tanto en la confrontación entre venezolanos (unos revolucionarios y  otros burgueses) y por lo tanto, en la segregación política, como en el uso clientelista de los fondos públicos. Así para el candidato oficialista mantener dividido y polarizado al electorado será su principal estrategia. Por otra parte, al carecer del liderazgo político y del carisma de su antecesor su posicionamiento electoral requiere de la radicalización de su discurso para evitar la migración de su electorado duro.

 

Henrique Capriles, aunque ahora mucho más consolidado como líder nacional, vuelve al escenario electoral en condiciones muy adversas. En efecto, el arranque de su campaña se realizó en medio del luto por el deceso del ex-presidente Chávez, con escases de recursos financieros, enfrentando a la maquinaria publicitaria del Estado venezolano, con un país ampliamente divido; con unos factores democráticos con ánimo bajo; y, para rematar con sólo diez días para hacer campaña. Sin embargo, el candidato opositor logró convertir cada una de esas adversidades en incentivos para construir un mensaje de fuerza e inclusión.  

 

Henrique Capriles logró alcanzar algunas metas organizativas y políticas trascendentes. Una de ellas, fue consolidar alrededor de su liderazgo a toda la oposición democrática venezolana otorgándole coherencia y reanimando su espíritu de lucha. Otra fue, la renovación y ampliación de su equipo político-electoral mediante el equilibrio de los factores partidistas, sociales y técnicos que integraron su comando. Por último, y no menos importante, Capriles involucró a sus seguidores en la campaña electoral por medio los comandos familiares, de esta forma, otorgó protagonismo y pertenencia popular para el incentivo del voto y su defensa.   

 

En estos días finales de la campaña electoral hubo ciertas manifestaciones de violencia de parte del bloque oficialista, producidas quizás por un nerviosismo ante una eventual derrota, o tal vez originadas en la constante incitación a la confrontación social. Por otra parte, la desconfianza en el Consejo Nacional Electoral (CNE) aún persiste; y nueve ex-presidentes latinoamericanos se han pronunciado exigiendo la realización de las elecciones en condiciones justas. Ahora en Venezuela, a pesar de su larga tradición democrática (iniciada en 1958) se considera en situación riesgo el ejercicio secreto del sufragio.

 

Con independencia de quien resulte ganador la gobernabilidad del país no será fácil. La propuesta socialista de Maduro, fundamentada en una visión hegemónica de la sociedad, tropezará con los problemas acumulados tras 14 años de ineficiencia gubernamental. Mientras que la apertura hacia el recambio democrático el país se encontrará con los obstáculos que intentará contraponerle una revolución derrotada pero aún con domino sobre ciertas instituciones clave. Frente a ambos escenarios el liderazgo de Capriles será vital para el futuro del país.

 

Venezuela necesita reencontrarse como una sola nación plural y diversa, unida bajo principios democráticos, socialmente incluyentes y con soberanía plena. La opción de Nicolás Maduro no ofrece ni le interesa ese rumbo, pero afortunadamente con Henrique Capriles se ha consolidado una alternativa de cambio con ese camino.

 

                         

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