Introducción
Toda
investigación histórica y mucho más historiográfica representa una nueva
apertura a un conocimiento más preciso y científico de ese pasado que en sus
diversas manifestaciones se busca indagar. Mucho más, cuando el objeto de
estudio constituye un hecho, un conjunto de eventos o una época que pese a
pertenecer directamente a nuestra identidad, permanece inexplorado.
Este es el caso
de la República de Colombia, Colombia la Grande, la Gran Colombia, ese
emprendimiento acaecido entre 1819 y 1830, que pese a que constituyó un proceso
de transición determinante para la conformación de las nuevas repúblicas
americanas no ha sido atendido con la suficiente pertinencia por las
historiografías de Colombia, Ecuador y Venezuela.
Es por ello
que, que en el marco de los doscientos años de su creación formal en el
Congreso de Angostura de 1819, las iniciativas académicas por revisar y
redescubrir la trayectoria de su tratamiento historiográfico e identificar
posibles líneas de investigación representan una oportunidad formidable para
rendir un modesto homenaje a la iniciativa republicana de nuestra generación de
libertadores.
La República de
Colombia se erigió como uno de los primeros países americanos que, empleando un
nuevo sistema de gobierno, se enfrentó a la tradición monárquica ampliamente
aplicada y conocida en el continente. La edificación de Colombia la Grande
implicó la creación de una institucionalidad capaz de solventar el vacío que
dejó el antiguo sistema monárquico, para de esta manera administrar en forma eficaz
el territorio abarcado bajo su soberanía recién adquirida.
Conocer los
intentos de articulación institucional emprendidos en la Gran Colombia
supondría la comprensión del funcionamiento del experimento republicano por
crear un nuevo sistema de gobierno capaz de construir una nueva comunidad
política. Esa nueva comunidad política puede ser abordada desde distintos ámbitos,
como el territorial, el económico, el religioso o el educativo, entre otros
aspectos sectoriales que delinearon su entidad como República.
Uno de los
aspectos que nos llama poderosamente la atención es el proceso de conformación
de la República de Colombia. En tal sentido, considero necesario estudiar las
medidas legislativas y administrativas correspondientes a la organización
territorial de la República de Colombiana; esto nos puede dar luces para comprender
la incipiente nación y, con esto, el funcionamiento de su administración
territorial desde su nivel nacional y sus ámbitos político-territoriales
sub-nacionales como fueron los departamentos, las provincias y los cantones.
¿Dentro de la
historiografía convencional colombiana y venezolana hubo una adecuada
comprensión de las políticas institucionales de desarrollo territorial de la
Republica de Colombia entre 1819-1830? ¿Y de qué manera se trató el tema de la
administración territorial durante el período? ¿Cómo fue valorado el asunto
local (cantonal, municipal) por la historiografía colombiana y venezolana en
los años posteriores a la disolución de la Gran Colombia? En el presente
ejercicio se intentaré responder a estas interrogantes iniciales.
El estado de la cuestión
El ordenamiento
territorial constituye un acto de gobierno. Usualmente ese acto de gobierno
corresponde a una expresión de soberanía, de independencia y de ejercicio pleno
de la autoridad del poder público. Este fue el caso de la República de Colombia
(1819-1830) que pese a haber surgido en medio de un conflicto internacional y
de padecer ataques desde de su propio fuero interno, adoptó una política de
administración territorial durante su corta vida republicana.
El resultado de
la acción gubernativa y legal de la novel República puede observarse con
claridad en las treinta leyes, decretos y resoluciones recogidas en la
compilación “Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, 1821-1827” y
también en los decretos orgánicos del Libertador Simón Bolívar del año 1828,
que vincularon la vigencia o no, de los distintos niveles
político-territoriales como eran los departamentos, las provincias, cantones y
las parroquias. De igual forma, tales instrumentos legales abarcaron no solo el
aspecto territorial, sino además temas competenciales y sectoriales como fueron
el tema electoral, el asunto fiscal e incluso la cuestión referida a la
“participación ciudadana”.
La dinámica
territorial de la Gran Colombia fue intensa. La entidad fue creada considerando
a los territorios de Cundinamarca, Venezuela y Quito como sus departamentos
iniciales. En 1821 con la Constitución de Cúcuta se produce una reorganización
interna y se produjo la incorporación de Panamá. En el año 1822, ingresan
formalmente Cuenca, Guayaquil y Quito. La configuración de Colombia la Grande
trajo naturalmente tensiones; tanto entre facciones locales como entre la
visión centralista (bolivariana) y la visión federalista (del sector
separatista), en cuanto a la organización del territorio y la distribución del
poder.
En ese
contexto, los cantones y municipalidades sufrieron y desempeñaron un papel
fundamental en el desarrollo y pronto desenlace del destino de la Gran
Colombia. Así lo demuestran los sucesos de 1826 en las municipalidades de
Valencia y Caracas y las sublevaciones en las municipalidades de Cuenca y
Guayaquil en el Ecuador en 1827. Las municipalidades terminaron siendo
valoradas como centros de agitación política y de discordia con el poder
central de la República. En tal sentido, el Libertador-Presidente emitió un
decreto suspendiendo a tales entidades el 17 de noviembre de 1828. En el debate
por la organización político-territorial de la Gran Colombia (a pesar de
suspenderse las municipalidades) el separatismo continuó su actividad y
surgieron las asambleas populares que apuntalaron la separación de Venezuela de
la Gran Colombia como pasó con la Asamblea de Caracas en 1829.
Visto de esta
manera, la cuestión territorial debió tener una cuota de atención en la
historiografía venezolana, entre otras cosas porque la institucionalidad
municipal (de origen castellano y traída por la conquista española) sobrevivió
con relativo éxito a la República de Colombia. Igual sucedió con la
superestructura regional (provincial) que surgió en ella. En efecto, las
provincias se mantuvieron en Venezuela después de 1830 y hasta 1864. Sin
embargo, no ocurrió así, y la historiografía venezolana no abordó ni el tema
territorial ni la cuestión municipal en el contexto de la Gran Colombia.
En nuestra
opinión, consideramos que José Gil Fortoul es quien, por primera vez, se aboca
a historiar de manera sistemática sobre la Gran Colombia. En efecto, en su obra
“Historia Constitucional de Venezuela” (Tomo Primero), dedicó su Libro
Tercero a la Gran Colombia. Gil Fortoul, bajo un enfoque legal y de un marcado
historicismo clásico destaca la importancia de las políticas de administración
territorial, cuando recoge la organización interior de la República de Colombia
en: departamentos, provincias, cantones y parroquias. Así también recoge los cambios
posteriores en la división político-territorial (1824) y describe el régimen
político y económico de los departamentos y las provincias. Dentro de su aporte
enciclopédico, Gil Fortoul narra las contradicciones y conflictos sucedidos
entre las municipalidades venezolanas y las autoridades provinciales y hasta
nacionales de Bogotá, por el delicado tratamiento del llamado al servicio
militar que finalmente desembocaron en el célebre movimiento llamado “La
Cosiata” de amplias repercusiones en toda la República de Colombia hasta llegar
a Guayaquil en 1827. En este autor hay un reconocimiento a la importancia del
tema municipal (cantonal) como sujeto activo en los diferentes procesos de
cambio y recambio político que hubo en la Gran Colombia. Procesos
caracterizados de manera prevalente por los conflictos/desacuerdos entre el
gobierno central bogotano y la periferia sub-nacional de la entidad
republicana.
Para Laureano
Vallenilla-Lanz el ordenamiento territorial aprobado de la Gran Colombia no se
compadecía con la realidad de Hispanoamérica; pues se trató de sobreponer
modelos institucionales impuestos tanto por la conquista española como por el
empeño en copiar el federalismo de los Estados Unidos. Esa contradicción ideológica
que marcaría el desarrollo de la historia política de Venezuela, la destaca
Vallenilla-Lanz en su obra “Disgregación e Integración” donde deja
comentarios como este: “nuestros historiadores y publicistas no se han detenido
en observar que el federalismo fue también en América la expresión más evidente
de la herencia española y de la descentralización a la que estaban habituados
esos pueblos; por eso dijo el Libertador que la descentralización no era otra
cosa que la anarquía sistematizada”.
En la visión de
Vallenilla-Lanz el municipio tampoco sale bien parado “al cubrir de un ropaje
republicano las formas disgregativas y rudimentarias de la colonia, dándole
nombre pomposo de Estados o Entidades Federales a las Ciudades-Cabildos o
Distritos Capitulares que eran entonces y casi son todavía: pequeñas ciudades
con extensas y desiertas jurisdicciones territoriales”⁵. En síntesis,
para Vallenilla-Lanz había un enorme problema teórico-político en la definición
y articulación de su médula espinal como fue su administración territorial.
Jorge Olavarría
con una visión política de la historia coincidió con Vallenilla-Lanz, en cuanto
a las dificultades que representaron para la organización político-territorial
de la Gran Colombia la presencia de ideas y propuestas federalistas. Sin
embargo, para Olavarría, los planteamientos de Vallenilla-Lanz solo
pretendieron darle un “textura” bolivariana al régimen de Juan Vicente Gómez
(pero eso es otra historia). Volviendo a Olavarría resulta extremadamente
importante rescatar las apreciaciones de Jesús María Casal¹³ citada por el
autor en su texto “Dios y Federación” sobre la “Ley sobre
Organización y Régimen Político y Económico de los Departamentos y Provincias” de
1825, y las críticas que le hiciera el vice-presidente
Santander. Al respecto, cita Olavarría “ (…) se crearon unas “Juntas” de
Provincias que escogidas por electores tenían la facultad de designar
funcionarios nacionales (…) y su intervención en la creación de
Municipalidades, su papel de conservador y promotor de obras públicas, escuelas
de primeras letras, cuidados de indígenas (…) el Poder Ejecutivo, a cuya cabeza
estaba Santander, la devuelve a las Cámaras por considerarla peligrosa para la
estabilidad de la República y la conservación del régimen centralizado y por
las amplias facultades que se confería a la municipalidades”.
En otras
palabras, se devela la seria resistencia del propio gobierno colombiano en la
estructuración de su propia territorialidad y el aspecto competencial de
entidades sub-nacionales (las municipalidades, en este caso). Es la
contradicción entre un régimen que aún siendo centralizado le teme a los
resquicios de autonomía en la gestión de los gobiernos locales. ¿Entonces, era
viable construir una República con esas debilidades conceptuales? Según Jorge
Olavarría, Colombia era imposible.
Una alternativa
historiográfica al tema la representa el “Diario Histórico de Venezuela”
de José Rafael Mena Moreno que presenta una cronología del acontecer histórico
del país desde su descubrimiento hasta la década de los años sesenta. El Diario
Histórico de Venezuela constituye una herramienta muy útil para toda
revisión historiográfica general y, mucho más en un tema como la administración
territorial de la República de Colombia 1819-1830 que ha tenido poco desarrollo
directo. Allí aparecen ordenados (según la priorización del autor) los datos
referidos a sucesos importantes acaecidos entre 1819 y 1830 vinculados a la
organización territorial y al aspecto local (municipal) de la República de
Colombia, lo que permite construir un seguimiento muy preciso de
acontecimientos como “La Cosiata” y los pasos subsiguientes de la separación de
Venezuela de la unión colombiana.
Bajo un enfoque
geohistórico, se ubica la obra “De la Provincia a la Nación. El largo y
difícil recorrido hacia la integración político-territorial de Venezuela
(1525-1935)”, de Manuel Donís Ríos, que nos ofrece una perspectiva trascendente de la
evolución política-territorial de Venezuela desde sus albores hasta su realidad
más reciente. En el análisis emprendido por Donís Ríos, Colombia la Grande
ocupa un espacio. Allí se recogen las modificaciones territoriales realizadas
por el Congreso de la República sobre la base del ordenamiento establecido el 5
de agosto de 1819 y que comprendía para el espacio venezolano, diez provincias:
Barcelona, Barinas, Caracas, Cumaná, Guayana, Maracaibo, Margarita, Mérida y
Trujillo, más la provincia de Coro. Aquí se trató de respetar los territorios
que se tenían y se reconocían en la Constitución de 1811.
En 1821, con la
Constitución refrendada en Cúcuta el 6 de Octubre, se estableció que el espacio
territorial venezolano se dividiría en departamentos y estos en sus respectivas
provincias, cantones y parroquias. En el caso venezolano los departamentos de Orinoco,
Venezuela y Zulia, con Cumaná, Caracas y Maracaibo como capitales;
respectivamente. El Orinoco quedó integrado por las provincias de Guayana,
Cumaná, Barcelona y Margarita. El de Venezuela por las de Caracas y Barinas. El
del Zulia por Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo. La lectura de Donís
Ríos nos conduce a reconocer las incidencias de intereses particulares en la
delimitación de una política institucional como es la ordenación del
territorio. Veamos. “La significación de Páez en el ámbito político-militar se
reflejó en el plano territorial en 1823, cuando por disposición del Congreso de
Colombia se dividió la Provincia de Barinas, de la cual era oriundo, en dos
jurisdicciones: Barinas y Apure, con capitales en la ciudad de Barinas y la
villa de Achaguas, respectivamente”.
Por otra parte,
nos dice Donís Ríos y según “Pedro Cunill esta reorganización territorial
prueba la creciente importancia que va tomando la ganadería llanera y la
extensión de los hatos que se van conformando bajo el dominio de los altos
jefes militares”⁸. En resumen, podemos deducir que otro factor que
incidió en la organización del territorio de la Gran Colombia fue aquel
dependiente de los intereses económicos de la elite emancipadora.
El texto “Colombia:
siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política
&c. de aquel pays, adaptada para todo lector en general, y para el
comerciante y el colono en particular” constituye una pieza fundamental
para entender la realidad geográfica y política de la República de Colombia. El
trabajo anónimo de 1822 nos guía por todo el espacio de Colombia la Grande, lo
que nos permite entender las condiciones que determinaron la organización
territorial de esa entidad republicana. Y es que la organización del territorio
de una nación no puede estar exenta de su medio ambiente geográfico; tanto a
escalas locales como regionales. El contenido de este texto puede servir de
incentivo para comprender el trazado de territorial que trató de abarcar la
naciente Gran Colombia, pero que fue tan breve como un sueño.
Algunas conclusiones preliminares
1.- Las
políticas institucionales de desarrollo y ordenamiento territorial fueron
asimiladas por la historiografía venezolana convencional en el marco de las
relaciones políticas y militares que se registraron en el marco de la lucha
final por la independencia y los enfrentamientos que se sucedieron entre los
factores del bando independentista. Como campo de investigación histórica, su
peso no fue relevante siendo relegado a un segundo o tercer plano en la
explicación sobre aspectos históricos puntuales. En otras palabras, la
administración territorial de la Gran Colombia pese a tener un amplio
desarrollo legislativo y de contener aspectos cruciales para su evolución, no
ha sido valorado como un tema importante para el estudio histórico ni
historiográfico. Cabe agregar que, el acceso al tema se produce de manera
indirecta; es decir, por medios de estudios de historia política y relacionada
con la acción del Libertador Simón Bolívar. En realidad, en esta primera
incursión se han detectado escasas investigaciones históricas referidas al tema
salvo aquellas vinculadas a la evolución territorial de la República y, tan
solo con una parte de las mismas.
2.- En la
historiografía tradicional venezolana el enfoque que ha predominado en cuanto a
la administración territorial ha sido el vinculado a la contradicción entre el
régimen federal y el régimen centralista, entre la unidad de la República de
Colombia y las visiones separatistas y particularistas de quienes no apoyaban
el proyecto bolivariano. Ubicado en ese contexto (lo cual no es desacertado),
la cuestión territorial baja en su importancia frente al debate federación
contra centralismo. Las posibilidades de entender las dinámicas sub-nacionales
quedan entonces desplazadas por la discusión y los eventos estrictamente
políticos y militares.
3.- La
presencia de las municipalidades es una constante a lo largo de la historia de
la Gran Colombia; pero también es subvalorada, salvo en el contexto de La
Cosiata y de los movimientos separatistas que ocurrieron entre 1826 y 1830.
Incluso para algunos autores que hemos leído, los municipios constituyeron una
molestia por el sesgo autonomista que siempre tuvieron (y aún tienen). De la
revisión del marco legal de la Gran Colombia se encuentran decisiones
importantes que incluso parecieran favorecer su desarrollo o al menos, no
pudieron impedirlo.
4.- Por lo
anterior, se propone estudiar la problemática de la organización territorial de
la Gran Colombia dándole un enfoque administrativo y político, teniendo siempre
presente el papel jugado por las municipalidades. Con base a esto, se pretende
abarcar la situación vivida en las actuales Colombia y Venezuela con miras a
entender el funcionamiento del sistema republicano y las tensiones externas que
lograron modificarlo hasta su disolución en 1830.
5.- La
administración territorial abre un campo investigativo vital para comprender el
desarrollo político de nuestras repúblicas y su relación con las realidades
regionales y locales. En ese contexto, el ámbito municipal comprende un
escenario rico en posibilidades como instancias político-territoriales
depositarias de las soberanías más cercanas a la población y como espacio
naturales para construcción de ciudadanía. La vinculación y las relaciones
entre los gobiernos centrales y las aspiraciones de autonomía de las
municipalidades es un campo lleno de posibilidades y de inimaginables hallazgos
históricos.
Bibliografía Consultada
.- República de
Colombia. Cuerpo de Leyes de la República de Colombia,
1821-1827. Imprenta Valentín Espinal. Caracas, 1840
.- Cabrera Hanna, Santiago: Soberanía Primitiva y las Proclamas de
los Municipios del Distrito Sur durante la crisis de la Gran Colombia de 1826.
Historia Crítica N° 71. 2019
.- Gil Fortoul, José: Historia Constitucional de
Venezuela, Tomo Primero. La Colonia, La Independencia, La Gran Colombia.
Talleres EOSGRAF S.A. Madrid, España. 1967
.- Olavarría, Jorge: Dios y Federación, Fundación para una Nueva
República. Caracas, marzo 1988
.- Donís Ríos,
Manuel: “De la Provincia a la Nación. El largo y difícil recorrido hacia la
integración político-territorial de Venezuela (1525-1935). Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia. Estudios, Monografías y Ensayos. Caracas,
octubre 2009
.- Mena Moreno,
José Rafael: Diario Histórico de Venezuela. Universidad Central de Venezuela,
OBE. Organización de Bienestar Estudiantil. Imprenta Universitaria de Caracas.
Caracas, 1969
.-
Academia Nacional de Historia y Banco Central de Venezuela. Colombia:
siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política
&c. de aquel pays, adaptada para todo lector en general, y para el
comerciante y el colono en particular. Caracas, noviembre 2014
Nota: el presente artículo es un resumen de un trabajo (ejercicio) mayor realizado en el marco del seminario que sobre la Gran Colombia se realiza en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). No se incorporaron aspectos tratados por otros autores considerando sus derechos de autoría intelectual.
@migonzalezm
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