De Afganistán recuerdo las promesas de Trump durante su primera campaña electoral de retirar tropas de EUA de allí y de otras zonas de oriente medio; y fue justamente lo que sucedió. En Afganistán fallaron la estrategia de imponer un gobierno democrático o por lo menos más abierto y progresista y, por otra parte, la guerra convencional frente a la acción de una guerrilla descentraliza y terrorista. Sin embargo, y contra todo pronóstico, en ese país quedaron sembrados los derechos de las mujeres, niños y niñas. Y esos derechos ahora son la bandera de lucha más justa y pertinente que se puede tener.
La situación del aeropuerto de Kabul es una ligera muestra de lo que pudiera estar sucediendo en el interior del país: violencia, represión e intentos de huida en masa de la población afgana frente al terrorismo talibán. sin embargo, no se tiene información cierta o fidedigna de ello. Otra cosa, es que está claro que Talibanes no son una fuerza única ni unida que controle el país. Pueden existir grietas diferencias entre las facciones que pudieran crear un nueva crisis interna.
La comunidad internacional y las ONG tendrán que ejercer un riguroso y severo seguimiento a la facción Talibán en el poder como medio de defensa de la población vulnerable que quedó en Afganistán y que occidente no debe abandonar. El mundo cambió con el posicionamiento de los derechos humanos en al agenda internacional y ese cambio tiene que hacerse efectivo ahora.
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