El tema de la participación de los
colectivos sociales y comunidades organizadas en el proceso emancipatorio
(1810-1821) tiene particular relevancia, si realmente se aspira a ampliar y
completar un estudio más allá de una visión tradicional y de corte epopéyico.
Se trata de incluir la visión y posiciones de otros actores de la otrora sociedad
colonial, que si bien eran anónimos, fueron relevantes por la fuerza social que
representaban en ese momento de nuestra historia. Los pardos, los negros libres
y esclavos e incluso los indios tuvieron una participación significativa a lo
largo del período de la guerra independentista en función de sus intereses de
casta y de sus aspiraciones de vida: en búsqueda de la igualdad y en búsqueda
de la libertad.
Desde nuestro punto de vista, se
trata de comprender y delimitar la incidencia en la emancipación de las castas
menos favorecidas en la sociedad colonial (los de abajo) que generalmente eran
marginados de las decisiones tomadas por la élite dominante y, que terminaban
afectando su vida. Pardos, negros e indios se constituyeron en un asunto con un
doble interés político; tanto para el liderato independentista como para el
monárquico. Por una parte, ambas dirigencias los necesitaban para nutrir sus fuerzas
militares y, por la otra, se les temía al ser considerados una fuerza social
con capacidad competitiva. De hecho, los sucesos de Haití del año 1804 ya habían
dejado una huella que significaba una advertencia de lo que significaría una
sublevación de naturaleza racial y antiesclavista. También el fusilamiento de
Manuel Piar (1817) que se ha interpretado como el detenimiento de una posible
guerra de castas en pleno proceso emancipatorio.
La otra variable a investigar es el
aspecto territorial y asociativo que correspondería a los espacios que
sirvieron para el desarrollo de la participación de los colectivos sociales.
Nos referimos a regiones, ciudades y pueblos e incluso a gremios que tomaron
partido en favor o no de la participación del “pardaje” o de las “clases
peligrosas” durante el proceso 1810-1821. En este caso, se persigue establecer
una posible relación entre la acción de los colectivos sociales y los
territorios geográficos y sociales. En las investigaciones que he revisado
sobre el origen y desarrollo de la acción reivindicativa de las organizaciones
comunitarias (en el pasado siglo XX) siempre he conseguido una relación directa
con el aspecto territorial. ¿No podría haber ocurrido también en el pasado?
Después de todo, era el dominio sobre un lote territorial lo que se disputaba.
Como bien señala el historiador
Germán Carrera Damas, la emancipación se fundamentó en una diversidad de expectativas;
según el actor social que hacía vida y que compartía la realidad y las vicisitudes
de la sociedad colonial decimonónica. Así, los criollos con su doble rol de dominadores
de indios y de negros esclavos; pero cautivos de la metrópolis y su representaciones
institucionales y personales; los negros esclavos apegados a la búsqueda de su
libertad (y quizás sin importarle la causa que se peleaba en la Capitanía General
de Venezuela) y los pardos en su abierta aspiración hacia la igualdad social y
las mujeres siempre presentes y siempre marginadas conformaron un bloque diverso
de aspiraciones y reivindicaciones que marcaron el proceso independentista con una
tendencia hacia la reforma social, que merece ser estudiada.
Un estudio de la gesta emancipadora
(1810-1821) centrado en la participación de las castas más empobrecidas de la
sociedad colonial, constituye un reto conceptual y metodológico que movería el
eje principal de la investigación hacia una óptica generalmente omitida en la
historia e historiografía venezolana y, cuyo resultado nos ofrecería otra
versión (quizás inédita) de ese período de nuestra historia.
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