El pasado Domingo 7 de Octubre,
la mayoría del pueblo venezolano dió un sólido respaldo electoral al proyecto
ideológico-político que encarna el Presidente de la República, Hugo Chávez; quien
obtuvo 8.134.192 votos, frente a Henrique Capriles, candidato de los sectores
democráticos; quien obtuvo 6.498.776 votos. Con la victoria obtenida por el bloque
oficial pareciera abrirse campo para iniciar -justamente por “la vía electoral”-,
el desmontaje de la institucionalidad democrática contenida en la Constitución
del 1999 y su sustitución por el Estado Comunal.
Electoralmente, el país de nuevo
reflejó tres segmentos políticos claramente diferenciados: una primera minoría
que optó por la propuesta oficialista y que relativamente representa alrededor
de un 43% del total del padrón electoral; una segunda minoría que votó por la
alternativa democrática que agruparía al 34.6% del total de electores y,
finalmente, una tercera minoría (que no sufragó) estimada en un 20.6% del
registro de electores. Esta correlación de fuerzas políticas nos indica un
precario equilibrio entre los dos bloques ideológicos que seguirán en disputa
por el control del Estado y el rumbo de la sociedad venezolana.
La victoria del Presidente Chávez
(numéricamente inobjetable) se fundamentó en cuatro factores básicos: i) su
liderazgo personal e indudable ascendencia sobre la población venezolana, cualidad
que ha venido siendo consolidada por
trece años de ejercicio del gobierno en el país; ii) la utilización ventajista
y sin límites de la institucionalidad pública, a favor de su candidatura; iii)
el efecto propagandístico de la “Gran Misión Vivienda” en amplios sectores
populares, que reanimó la esperanza en la gestión oficial y iv) la cohesión
operativa del binomio PSUV-red socio-comunitaria (movimientos sociales y
consejos comunales), que sirvió de pivote para la movilización electoral, el
pasado 7-O.
Por su parte, la epopeya lograda por
Henrique Capriles sentó un precedente histórico de organización y fuerza en
todo el país; frente a las desventajas comparativas que tuvo frente a su
adversario político-electoral. Capriles: i) consolidó un nuevo liderazgo
alternativo y renovador para los sectores democráticos; ii) logró aumentar
cuantitativamente la votación de los sectores democráticos en más de 2 millones,
doscientos mil votos en relación a la campaña del año 2006; iii) consiguió
trascender los “límites tradicionales” de la oposición democrática superando su
“repliegue social”, reconectándose con los sectores populares y alcanzando llegar
a casi todo el territorio nacional y, iv) rescató el espíritu unitario entre
los diferentes factores partidistas de la oposición y el pueblo independiente,
para construir una plataforma programática común basada en la inclusión social.
Las
fuerzas democráticas con Henrique Capriles en la vanguardia, tienen un conjunto
de retos políticos y organizativos. Uno de ellos, es lograr mantener la
claridad en los objetivos estratégicos de defensa de la democracia y el
acompañamiento de las luchas sociales que emergerán en el país. De igual
manera, las fuerzas democráticas se encuentran en la obligación de impulsar los
procesos de organización autónoma del pueblo; mediante sindicatos, gremios,
organizaciones comunitarias y sociales y cualquier expresión popular que
defienda los derechos humanos. Un tercer aspecto, pasa por el mantenimiento de
la unidad y la cohesión de propósitos y acciones entre sus integrantes. Sin
ella, el camino será más difícil.
En
este contexto, las políticas sectoriales son de especial importancia. Y en ese
sentido, un sector que requiere especial atención es la juventud venezolana. Al
respecto, no hay que olvidar, pronto surgirá una generación de niños y niñas,
adolescentes y jóvenes que no conoce (y por lo tanto le es ajena) la historia
democrática del país. Hay que tener presente que esa generación sólo tendrá una
“visión ideologizada” de la historia de Venezuela. Y cuando, se hace referencia
a una política juvenil, se plantea más allá del sector universitario y
estudiantil. Se trata de una política de juventud que involucre al joven
emprendedor, al joven obrero o campesino, al joven de las comunidades.
Un
último comentario, en esta entrega, está dirigido a la sociedad civil y a la
población en general; aquella que quiere un cambio y también defender la
democracia, la paz y la libertad. Esa ciudadanía en general (quizás en este
momento triste por los resultados electorales adversos) no debe desmayar; sino
recuperar sus bríos y seguir adelante en el camino que Henrique Capriles, en su
epopeya nos ha mostrado. Ahora vienen las elecciones regionales (16 D) que
serán un nuevo desafío, un nuevo reto que afrontar; pero ese es otro tema al
que dedicaremos nuestra atención en próximas entregas.
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