Llega
el final de campaña, con un pronóstico reservado y estrecho para los analistas
y expertos político-electorales. En mi opinión y, por lo que he visto y se
siente “por esas calles”, el candidato de los sectores democráticos debería
obtener una victoria relativamente cómoda. Sin embargo, no todo es calle; pues
esa movilización popular espontánea podría no traducirse necesariamente en votos.
El día de las elecciones está probado -al menos en Venezuela-, que aquel sector
político con mayor capacidad de organización y movilización electoral, generalmente
lleva una ventaja apreciable en los comicios sobre su rival. En el caso de las elecciones
presidenciales del 7-O esa ventaja la tiene el bloque oficialista que utiliza
toda maquinaria estatal para sus objetivos.
De
allí que, el progresivo auge de la candidatura de Henrique Capriles se esté
convirtiendo en una auténtica epopeya
popular y llena de esperanza. Surgido de un proceso de primarias (12 de
Febrero) en el que obtuvo el más respaldo popular, Capriles recorrió tres veces
el país visitando; tanto a poblaciones rurales aisladas y olvidadas por la
revolución como también los grandes centros urbanos. En cada lugar que ha visitado
el joven candidato democrático, ha sido recibido primero con expectativa y
luego con la esperanza de poder alcanzar una mejor calidad de vida con
seguridad, trabajo y paz.
El
bloque oficial tiene un candidato de primer orden; sería mezquino negar el liderazgo
y la incidencia del actual Presidente. Nadie lo niega; pero ya han transcurrido
13 años de una gestión gubernamental llena de promesas incumplidas, caracterizada
por la persecución de la disidencia y por la exclusión. Del acento social de la
acción gubernamental se pasó al “odio social” entre hermanos y hermanas de una
misma patria, desechando el entendimiento y el consenso y, la necesaria
integración social como estrategia segura hacia la modernidad y el progreso. En
estos trece años, la revolución y sus intereses pasaron a ser más importantes
que las necesidades de los sectores medios y de los sectores populares.
Una
cualidad del liderazgo de Henrique Capriles ha sido -sin lugar a dudas-, su
capacidad para agrupar a un vasto bloque de organizaciones partidistas
alrededor de su candidatura; así como también lograr la unidad y la identificación
con los sectores políticos independientes y más allá, la suma de liderazgos
regionales y comunitarios y de representantes de las fuerzas vivas de la
sociedad venezolana. En apenas tres meses de campaña, Capriles logró consolidar
una alianza social, comunitaria y por supuesto política, que le brindaría una
plataforma que viabilice la gobernabilidad necesaria para emprender su
gobierno.
El
próximo 7-O se abre una gran oportunidad para el cambio que Venezuela necesita.
Hay una propuesta basada en la hegemonía del Estado y revolución sobre la
actividad social, cultural, económica y política de la sociedad venezolana y,
hay otra propuesta, orientada hacia una democracia moderna con inclusión
social. De ganar la propuesta oficialista, estaríamos en presencia de un
fenómeno mediante el cual, un pueblo atentaría contra su propia libertad mediante
la vía electoral. ¿Ocurrirá esto en Venezuela, el próximo Domingo 7 de Octubre o
por el contrario, iniciaremos una ruta que nos permita abrir espacios para el
desarrollo, construido con base a la participación de todos los sectores
sociales? En mi caso particular, apuesto por la epopeya de Henrique, la epopeya
del pueblo venezolano.
@migonzalezm
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