La aprobación de la reforma
constitucional en Rusia que permite la reelección presidencial de Wladimir
Putin hasta 2036 consolida la marcha hacia la eliminación de la alternancia en
el ejercicio del gobierno. Sobre el particular China, ya se había adelantado convirtiendo a Xi
Jimping en su presidente vitalicio.
Con la perpetuación de gobiernos
con los sesgos de China y Rusia no resulta difícil preocuparse por el destino
de las democracias liberales como las conocemos hoy. De hecho, y salvando las distancias ideológicas los gobiernos
populistas ganan terreno en todo el mundo. Los casos de Trump (Estados Unidos),
de López Obrador (México) y Bolosonaro (Brasil) ratifican la tendencia.
En Suramérica también tenemos otras
experiencias recientes y dolorosas por las secuelas que van dejando, me refiero
a Morales (Bolivia), Correa (Ecuador) y Chávez (Venezuela) y su continuador
Maduro. Algo debe fallar en las democracias liberales que producen estos
fenómenos basados en la demagogia y el resentimiento social.
Quizás la crisis de los partidos
y las formas tradicionales de representación y las inequidades económicas
influyan en su surgimiento, pero queda entonces la duda sobre la calidad de las
respuestas que las democracias están ofertando para afrontar tales problemas.
¿Son tan ineficaces las democracias que amplios sectores optan por propuestas y
proyectos populistas?
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