lunes, julio 07, 2008

EL RESCATE



El exitoso operativo militar emprendido por el gobierno del Presidente Uribe y, que culminara con el rescate de doce ciudadanos colombianos (entre los cuales resalta la figura de Ingrid Betancourt, ex candidata a la Presidencia de la República de Colombia) y de tres ciudadanos estadounidenses, constituye -sin lugar a dudas- otro evento trascendente y quizás definitorio en el desarrollo de la lucha contra la subversión y el narcotráfico –de izquierda y de derecha-, en ese país.

El rescate de los quince secuestrados es una victoria no sólo para el ejército regular de un gobierno legítimo y electo por vía popular y democrática; sino también representa un triunfo para la restitución de los derechos humanos al grupo de ciudadanos liberados y, sobre todo la devolución de la alegría y de la fe al hermano pueblo colombiano, que ha sufrido durante décadas los embates de la violencia y el terrorismo.

El secuestro es una de las formas más abominables de violación de los derechos humanos más elementales. Y es que, ni siquiera el Comandante Fidel Castro -último lider guerrillero trascendente en América Latina-, aprueba esa práctica como método de lucha. La privación ilegítima de la libertad de cualquier persona constituye un acto censurable y considerable un delito de lesa humanidad.

Por supuesto que, el rescate de estos quince ciudadanos no resuelve el horror que padecen, el resto de más de setecientos rehenes que aún permanecen en cautiverio y en condiciones infrahumanas; según las propias narraciones de quienes han logrado salir de esa condición. Sin embargo, este logro significa una buena señal para la continuidad de la política de “Seguridad Democrática” que viene implementando el Presidente Álvaro Uribe Vélez.

En Venezuela, la noticia del rescate fue recibida con alegría y entusiasmo popular. El Presidente Chávez, -quien inicialmente quedó frio con la noticia del rescate-, manifestó su contento y sus felicitaciones al gobierno colombiano; al mismo tiempo que reiteraba su deslinde con la lucha armada. Tan sólo algunos sectores identificados ideológicamente con “la revolución” recibieron el éxito del gobierno colombiano con mezquindad y hasta con aparente frustración política. En el ámbito internacional analistas y opinadores de cierta tendencia de la izquierda intentaron desprestigiar la acción gubernamental colombiana; sobreponiendo su resaca política a una inobjetable realidad: la inminente derrota político-militar de los movimientos insurreccionales de Colombia.

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