La campaña presidencial en
Venezuela sigue al ritmo que ha logrado imponer el aspirante Henrique Capriles.
Ante eso, en días pasados desde el Comando Carabobo (centro neurálgico de la
candidatura oficialista) se anunciaba un cambio en la estrategia electoral. El
cambio anunciaba el paso de las grandes
concentraciones a las reuniones sectoriales de electores. La modificación de la estrategia oficial;
quizás obedezca al inobjetable impulso de las movilizaciones que a lo largo y
ancho del país se encuentra en manos de Gobernador Capriles, frente a la
candidatura del Presidente Chávez, que luce por momentos ausente y sin mucho
empuje para afrontar ese tipo de campaña.
La candidatura oficial aún
disfruta de ciertas ventajas; como por ejemplo: i) su corta duración; ii), la
presencia mediática oficialista que supera ampliamente a la desplegada por su contendor
iii) la superioridad financiera del
bloque oficialista sobre los factores democráticos que le permite un mayor despliegue
propagandístico y, iv) la utilización de la institucionalidad pública
nacional como medio de persuasión
electoral. A la fecha, a la candidatura oficialista le quedan recursos para
defenderse en lo que resta de campaña.
Sería ingenuo pensar que, el
Presidente Chávez no posee aún un importante respaldo popular. Al respecto, no
hay que olvidar que el gobierno he venido tejiendo durante los últimos catorce
años en los sectores populares una “red clientelar” de apoyo
político-organizativo a su gestión. Pero
también resultaría engañoso desconocer el deterioro progresivo que viene
padeciendo ese apoyo popular, debido al pobre rendimiento de las ejecutorias
públicas emprendidas por el bloque gubernamental.
La corrupción generalizada, las
restricciones al libre desenvolvimiento económico individual o colectivo, el
intervencionismo estatal en la vida social y comunitaria, la persecución
ideológica y política a los sectores democráticos disidentes, la escasez en la
oferta de bienes y servicios, la concentración y el centralismo en la toma de
decisiones políticas y el amedrentamiento a los medios de comunicación social,
conforman las tendencias dominantes de una administración que aún aspira
permanecer otros seis años en el gobierno.
Capriles sigue su recorrido
nacional, rumbo ya a los ciento setenta (170) centros poblados de todo el país.
El candidato opositor viene remontando la cuesta en una gesta donde se ha
propuesto rescatar “la ilusión de reconstruir el país” para todos los
venezolanos. Y no cabe duda que, el esfuerzo político-electoral de Capriles ha
sido notable; pues en medio de condiciones institucionales adversas ha logrado dominar
el debate electoral; tanto por el contenido de sus propuestas de marcado
énfasis social (el programa “Hambre Cero”,
la atención a la personas de la tercera de edad y a aquellas con
discapacidad o la asistencia a las madres y a las familias) como por la capacidad de
movilización popular que se manifiesta a su paso.
No todo está hecho. Los votos hay
que buscarlos, para después cuidarlos. La campaña de Capriles requiere aún más
de una mayor descentralización y penetración en cada comunidad del país; por
parte de sus líderes regionales y locales. Es así que, los partidos políticos
deben profundizar su trabajo unitario posponiendo la rivalidad por la promoción
de su tarjeta o por la coordinación de los centros electorales. Por otra parte,
a las organizaciones comunitarias, las organizaciones sociales y el
voluntariado independiente les corresponden continuar trabajando en la
construcción del tejido social, en apoyo al candidato democrático. Al respecto,
no debería olvidarse las experiencias en la movilización emprendida por los
sectores de la sociedad civil en el referendo constitucional del año 2007.
De verdad, algo está pasando. En la
base oficialista hay nerviosismo; pues allí se entendió que su candidato está cada
vez más cerca de una indefectible derrota electoral. También llama la atención la
actitud distante de algunos de los “dirigentes clave” del chavismo en relación
a la campaña del candidato gubernamental. Por su parte, los sectores democráticos tendrán
que redoblar sus esfuerzos inspirados en la actitud ganadora de su candidato y, terminar de organizar y
desarrollar -de manera efectiva y sin triunfalismo-, la estrategia final que
pudiera llevarlos a una eventual victoria el
próximo 7 de Octubre.
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