Venezuela ha entrado en una
crisis de gobernabilidad, acelerada por el tratamiento autoritario y represivo;
por parte del gobierno a las protestas estudiantiles. Y así, un país que ya mostraba
un amplio y creciente descontento popular ante la manifiesta incapacidad
estatal para atender problemas como: la alta inflación (56% al cierre de 2013),
la escasez de alimentos, la carestía y los altos índices de inseguridad pública
entró en una espiral conflictiva. La crisis detonó una urgente necesidad de
diálogo. Esta posibilidad de diálogo podría ser rebasada por la consolidación
de un clima de incertidumbre y polarización.
El mes de Febrero dejó un lamentable
saldo de 17 fallecidos, cientos de heridos, 33 denuncias de tortura y 772
detenidos, aproximadamente. Aún así, el gobierno de Nicolás Maduro no pudo
detener la secuencia de las manifestaciones estudiantiles y populares. Ni el
uso inadecuado y excesivo de la fuerza pública (incluso militar en los estados
andinos de Mérida y Táchira), ni la participación de colectivos para-policiales,
ni la censura de medios informativos nacionales e internacionales han detenido
la multiplicación de protestas populares en toda la geografía nacional y el
surgimiento de expresiones extremistas.
La crisis venezolana finalmente
despertó interés en la comunidad internacional, que de manera casi unánime ha
comenzado a exigir el respeto a los derechos humanos, el cese a la violencia y
el establecimiento del diálogo entre las partes para alcanzar la paz. El canciller
Elías Jaua realizó una gira por los países miembros de UNASUR con el objetivo
de conseguir apoyo político de sus aliados. Dicha gira incluyó finalmente a la
ONU, donde no pudo evitar el llamado a un verdadero diálogo con la oposición venezolana.
En esta coyuntura, los sectores
democráticos se presentan con la fuerza y la posesión de la calle; pero con una
clara dispersión en sus propuestas y objetivos. El movimiento estudiantil ha impulsado
desde un principio, un conjunto de reivindicaciones democráticas que ha venido
variando de acuerdo a la represión recibida del régimen. Por otra parte, la
Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles y más recientemente, Leopoldo
López han contribuido al fortalecimiento de una agenda de exigencias para
acudir a un diálogo basada en la mediación; tales como: la liberación de los
detenidos políticos y los estudiantes, el respeto a los derechos humanos, la aplicación
de la justicia frente a los excesos policiales, el desarme de los grupos
para-policiales y la renovación constitucional de los poderes vencidos; entre
otros aspectos.
El gobierno de Maduro -muy
presionado por las circunstancias-, ensayó un llamado al diálogo; mediante la denominada
la “Conferencia Nacional de la Paz”, reunida en el Palacio de Gobierno y que pese a contar con la participación de
algunos factores representativos del empresariado nacional (como FEDECÁMARAS),
no pudo convencer a los actores políticos democráticos de su autenticidad. La “Conferencia
Nacional de la Paz” terminó de perder credibilidad en buena parte del país;
luego que el gobierno venezolano continuara con su política de represión a las
manifestaciones estudiantiles. En otras palabras, esta primera iniciativa gubernamental
de diálogo careció de la credibilidad, la convocatoria y el liderazgo necesario;
entre otras razones, por el continuo proceso de debilitamiento y deterioro sufrido
por las institucionales públicas venezolanas.
Todo pareciera indicar que habrá una
prolongación del clima de protesta generalizada en el país. Sin embargo, la
delgada línea entre la protesta pacífica y la violencia podría traspasarse en
el momento menos pensado, con consecuencias irreversibles; incluyendo sorpresas
para aquellos factores que se atribuyen tener la mayoría política en país. La
protesta sin propósitos contribuye a brindar oxígeno al actual gobierno y, además
desgasta la acción de los factores genuinamente democráticos. La paradoja en
todo esto, es que el diálogo lo necesita tanto el gobierno que trata de
conseguir el reconocimiento de sus seguidores y del resto de la sociedad; como una
oposición democrática que aspira restablecer la constitucionalidad en el país.
La violencia y la represión han
fracasado en Venezuela. Eso queda claro. Por lo demás, una sociedad polarizada
sólo conviene a quienes posean una visión simplista, extremista y totalitaria
de la vida. Ahora, corresponde el turno
a los verdaderos demócratas.
@migonzalezm
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